Un santo de los que molan

Santiago de Atitlán (Guatemala)         Día 76

Si a América Latina no le falta algo eso son iglesias y conventos. Hay tal concentración que ni ellos deben saber cuantas hay en cada pueblo. Se nota que los misioneros españoles se lo curraron, eso sí, hay un lugar al que debió llegar Homer Simpson a evangelizarles. Ese lugar está en Guatemala.

Llegué hasta Santiago de Atitlán atraído por las historias sobre ritos chungos de la peña autóctona con lo que mi primer punto de investigación fue la iglesia local. Decepción profunda. La de mi pueblo rebosa glamur comparada con ésta.

Casualidades de la vida que fueran los niños espontáneos de la foto los primeros en hablarme del santo local, Maximón, que sería un santo más de la colección si no fuera porque éste fuma puros y le pega al rón que no veas. Un santo moderno, qué coño. Aquí os lo presento.

Cada año lo trasladan de una casa del pueblo a otra, así la responsabilidad de cuidarlo pasa por todas las familias. Si os fijais, en la boca tiene un puro y a los lados un par de ceniceros petaos de colillas. Lástima no haber pillado ninguna ofrenda de rón porque me contaron que le ponen un cubata a cada lado del altar para pedirle suerte… No sé yo al final quien se los trincará. Y sí amigos, a este ninot de falla la gente lo adora que no veas.

Y qué os voy a contar del resto de la tropa, la falla al completo…

Después de un rato interrogando a los lugareños por las identidades de los pequeños hombrecillos de verde recibí como tres o cuatro respuestas diferentes pero la mejor de todas me la dieron los sacerdotes, repito, sacerdotes del lugar. Quién son? A saberrrr…

Será la fe, que mueve montañas.